viernes, 31 de agosto de 2012

Quiero llevar tu sello


Quiero llevar tu sello,
estar marcada
como una cosa más entre tus cosas.
Que las gentes murmuren: allá pasa,
allá va la felíz, la señalada,
la que lleva en el rostro
esa antigua señal de risa y lágrima,
la cabellera derramada y viva,
toda ella una antorcha y toda llama,
musgo de eternidad sobre sus hombros
resplandeciendo así, como una lámpara.

A mis pies, un rumor de muchedumbre
se irá abriendo en canal, como una calle.
No me importa que digan:
esa mujer que escapa como ráfaga,
que no ve fuera de su sangre, nada,
que ya no escucha fuera de sus voces,
que no despierta sino entre sus brazos,
que camina sonriendo;
esa mujer que va sesgando el aire,
la boca contra el viento,
le pertenece toda como un libro,
como el reloj, la pipa o el llavero.
Como cualquier objeto imprescindible
que es uno mismo, a fuerza de ser nuestro.
Quiero que todos sepan que te quiero:
deja tu mano, amor, sobre mi mano.

Sobre mi corazón, amor, deja tu sello.


Julia P. Farny

jueves, 30 de agosto de 2012

Quiero darte mis flores


Sé que me buscas, amor, y no me encuentras,
o me encuntras, me perdiste en tu partida.
¿Fuí yo quien se escapó en cobarde uída
o tú el que se alejó, ya sin mas fuerzas?

¡Cómo pasan las horas, horas muertas!
¿Qué me lleva hacia ti?¿qué me desvía?
Yo quisiera llegar, abrir la puerta
y recibir tu alegre bienvenida.

Mi corazón estalla aquí, dshecho,
desborda como el río en su crecida
por regalarte las flores que, en mi pecho,

fueron creciendo para darte un día.
No importa, yo las tiendo aquí, en mi lecho.
Son para ti ¿ las tomarás? o falta todavía?

Autora, María del Carmen Reyes

mi recuerdo a tí, Madelca

Me diste todo


Cuanto pudiste dar , en esta vida me lo diste,

fuiste timón de mi barco sin destino

de mi pequeño barco que no hallaba el camino

en las aguas inquietas de atardeceres tristes.



Hiciste que sus velas se hincharan a los vientos,

hiciste que la luna nos cubriera al dormirnos.

Fuiste tu, con alma de viajero, corazón peregrino,

quien hizo que mi vida encontrara su puerto.



No volvió la zozobra a mis noches de invierno,

se alejo de mi vida el miedo despiadado.

Ya no importaba el frío ni los soles de enero,



no importaba la lluvia que mojaba las velas,

era un sueño estar juntos muchas noches enteras

para decir:-

Si partes, regresa. ¡Yo te espero!



Madelca 24/02/01




A la deriva


Achicando penas de mi barca,
en noches de furtivas estrellas,
espero los nuevos arco iris
que maticen de colores mis días.

Mientras, recuento corales
que confundo con cantos rodados
del río que pasó turbulento
causándome profundas heridas.

¿Dónde estabas cuando te llamaba
que dejaste mi amor a la deriva?

Marila

Poema final por nosotros


Está bien, vas con otro, y me apeno y sonrío,
pues recuerdo las noches que temblaste en mi mano,
como tiembla en la hoja la humedad del rocío,
o el fulgor de la estrella que desciende al pantano.

Te perdono, y es poco. Te perdono, y es todo,
yo que amaba tus formas, más amaba tu amor,
y empezó siendo rosa lo que luego fue lodo,
a pesar del perfume y a pesar del color.

Hoy prefiero mil veces sonreír aunque pierda,
mientras pierda tan solo el derecho a tu abrazo,
y no ser el que olvida, mientras él quien recuerda,
y tú bajes el rostro y él lo vuelva si paso.

Quien te lleva no sabe que pasó mi tormento,
y me apena su modo de aferrarse a lo vano,
él se aferra a la rosa, pero olvida que el viento,
todavía dirige su perfume a mi mano.

Y por ser quien conozco tus angustias y anhelos,
te perdono si pasas y si no me saludas,
pues prefiero el orgullo de perderte con celos,
a la angustia que él siente de tenerte con dudas.

Y mañana quien sabe, no sabré si fue rubia,
si canela, o si blanca la humedad de esta pena,
y quizás te recuerde si me adentro en la lluvia,
o tal vez me dé risa si acaricio la arena.

José Angel Buesa

viernes, 17 de agosto de 2012

El Extranjero de Jose Angel Buesa


«Mirad: Un extranjero...» Yo los reconocía,
siendo niño, en las calles por su no sé que ausente.
Y era una extraña mezcla de susto y de alegría
pensar que eran distintos al resto de la gente.

Después crecí, soñando, sobre los libros viejos;
corrí, de mapa en mapa, frenéticos azares,
y al despertar, a veces, para viajar más lejos,
inventaba a mi antojo más tierras y más mares.

Entonces yo envidiaba, melancólicamente,
a aquellos que se iban de verdad, en navíos
de gordas chimeneas y casco reluciente,
no en viajes ilusorios como los viajes míos.

Y hoy, que quizás es tarde, con los cabellos grises,
emprendo, como tantos, el viaje verdadero;
y escucho que los niños de remotos países
murmuran al mirarme: «Mirad: Un extranjero...»

Ojos verdes



Ojos que nunca me veis,
por recelo o por decoro,
ojos de esmeralda y oro,
fuerza es que me contempléis;
quiero que me consoléis
hermosos ojos que adoro;
¡estoy triste y os imploro
puesta en tierra la rodilla!
¡Piedad para el que se humilla,
ojos de esmeralda y oro!

Ojos en que reverbera
la estrella crepuscular,
ojos verdes como el mar,
como el mar por la ribera,
ojos de lumbre hechicera
que ignoráis lo que es llorar,
¡glorificad mi penar!
¡No me desoléis así!
¡Tened compasión de mí!
¡Ojos verdes como el mar!

Ojos cuyo amor anhelo
porque alegra cuanto alcanza,
ojos color de esperanza,
con lejanías de cielo:
ojos que a través del velo
radian bienaventuranza,
mi alma a vosotros se lanza
en alas de la embriaguez,
miradme una sola vez,
ojos color de esperanza.

Cese ya vuestro desvío,
ojos que me dais congojas;
ojos con aspecto de hojas
empapadas de rocío.
Húmedo esplendor de río
que por esquivo me enojas.
Luz que la del sol sonrojas
y cuyos toques son besos,
derrámate en mí por esos
ojos con aspecto de hojas.


Poema de Salvador Díaz Mirón

jueves, 16 de agosto de 2012

Only for you


Para mirarte y verte entera necesito
Olvidar todas las palabras

Olvidar todos los silencios necesito
Para sentirte entera

Y para poder ser hombre necesito
Llorar
Llorar como los árboles en otoño

Hoy
Para poder ser el despertar que te nombra
Necesito verte
Necesito verte con todos los fuegos que te visten
Con todos los mares que te envuelven


Soy hombre y campo
Después de ser la desnudez que acompaña
Y dibuja tus amaneceres


Soy hombre e invisible sombra
Cuando mis brazos se pierden en tu voz
Cuando mi llanto olvida lenguajes y misterios


Ahora puedo resucitar todos los días
En tus brazos silenciosos y frutales
Pues soy un niño que duerme
En el corazón de las estrellas

Antonio Marín Segovia

lunes, 13 de agosto de 2012

Poema del fracaso



Mi corazón, un día, soñó un sueño sonoro,
en un fugaz anhelo de gloria y de poder;
Subió la escalinata de un palacio de oro
y quiso abrir las puertas... Pero no pudo ser.

Mi corazón, un día, se convirtió en hoguera,
por vivir plenamente la fiebre del placer;
Ansiaba el goce nuevo de una emoción cualquiera,
un goce para el solo... Pero no pudo ser.

Y hoy llegas tu a mi vida, con tu sonrisa clara,
con tu sonrisa clara, que es un amanecer;
y ante el sueño más dulce que nunca antes soñara,
quiero vivir mi sueño... Pero no puede ser.

Y he de decirte adiós para siempre, querida,
sabiendo que te alejas para nunca volver,
Quisiera retenerte para toda la vida...
Pero no puede ser! Pero no puede ser!

José A. Buesa

Bajo tus miradas




Es bajo tus miradas donde nunca zozobro;
es bajo tus miradas tranquilas donde cobro
propiedades de agua; donde río, parlera,
cubriéndome de flores como la enredadera.

                                 

Es bajo tus miradas azules donde sobro
para el duelo; despierto sueños nuevos y obro
con tales esperanzas, que parece me hubiera
un deseo exquisito dictado Primavera:

tener el alma fresca, limpia; ser como el lino
que es blanco y huele a hierbas. Poseer el divino
secreto de la risa; que la boca bermeja

persista hasta el silencio postrero, bella, fuerte,
¡y libe en la corola suprema de la Muerte
con su última abeja!

 Alfonsina Storni

sábado, 11 de agosto de 2012

Ya todos la olvidaron




Ya todos la olvidaron. Ahora sí que se ha ido,
pero, sobre las rosas de la tumba reciente,
florecía el recuerdo más allá del olvido…
Yo era el hosco, el ausente.
Qué le importa a la noche que se apague una estrella,
si el mar sigue cantando cuando pierde una ola.
Ya están secos los ojos que lloraron por ella.
Ya se ha quedado sola.


Ahora ya sigue, sola, su viaje hacia el espanto,
por las noches profundas, bajo el cielo inclemente.
Ya nadie me reprocha que no lloré aquel llanto,
que fui el hosco, el ausente…



Ya nadie le disputa su silencio y su sombra,
sobre todo su sombra, bajo la luz del día.
Ya todos la olvidaron, Señor. Nadie la nombra.
Yo la recuerdo todavía…

Jose A Buesa