
Velloncito de mi carne, 
que en mi entraña yo tejí, 
velloncito friolento, 
¡duérmete apegado a mí! 
La perdiz duerme en el trébol
escuchándole latir: 
no te turben mis alientos, 
¡duérmete apegado a mí! 
Hierbecita temblorosa
asombrada de vivir, 
no te sueltes de mi pecho:
 ¡duérmete apegado a mí! 
Yo que todo lo he perdido
ahora tiemblo de dormir. 
No resbales de mi brazo: 
¡duérmete apegado a mí!
Gabriela Mistral
 
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