domingo, 12 de febrero de 2012
Música... sí, háblame tú del cielo,
inquieto cielo que dejé hace años.
pero con los que alguien borró del todo
para dejarlo sin reír, desnudo
y abierto al ¡ay! y al golpe de fusiles.
Y háblame del desgarrado y roto
hombre de paz que se murió en su guerra;
que supo hablar a los que eran de mármol
y estar enamorado de la muerte,
y ver a las mujeres como flores
bajo las sombrillas de la playa,
y al beso como copa que se alza
llena de voluptuoso pensamiento.
Háblame del pintor de los humildes,
del que supo subir hasta los sueños
y bajar a adorar los pies de un niño.
Tú, música de siempre conocida,
has de sonar cuando la tierra es muda
y acallar los sollozos de la pena
con el arpa de luces de tus sones.
Háblame, sí, del cielo donde moras
desde que abrió su flor la madrugada
y dejar en el pico de los árboles
un trino fantasmal de ruiseñores.
Da tu aliento lustral a los mortales,
la alada gracia de las mariposas
y hasta el glorioso retumbar del trueno
a todos los que escuchen tu sonido.
Habla tú con la voz del que en un verso
no te quiso escuchar porque sufría
tanto su pobre cuerpo atormentado
que en aquel punto su dolor quemaba
y el anhelado cielo parecíale
extraño descansar no merecido.
Y ahora que la muerte se apodera
del sordo lamentar de los esclavos
sé tú la buena voz consoladora
que puede hablarnos del perdido cielo.
José Martí
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