viernes, 4 de septiembre de 2009

Con un hijo bajo el brazo

Yo no temo Señor, esto
me iguala a ti, que me creaste.
Del fondo de mi entraña, torbellino de sombras,
tus siete días nacen.

La cósmica alborada que encendiste gigante,
será un milagro nuevo,
poniendo en resplandores su anuncio por mi carne.

En mi dolor, el caos, aquel que tú ordenaste,
y me oprimen tus rocas, me socavan tus mares,
me atraviesan tus peces de filosas escamas,
y se brota mi cuerpo con tus plantas salvajes.

De la hoguera al rocío,
del fondo del misterio tu fuego por mi río.
Mis raíces se aferran, mi corteza se parte.
Por cavernas y bosques se desgarra mi grito
y en la noche sin bridas se desboca mi sangre.
Mi cansancio desciende con su fina llovizna.
Un helecho que trepa hacia el sol, del abismo;
se incorpora mi fuerza... ya se enciende la chispa.

En el centro del todo va creciendo la nada,
remolinos que giran enredando mis aspas,
y mi lágrima arrastra sus arenas de acíbar.

Y desnuda y abierta, secular amenaza,
va mordiendo mi carne su castigo la Biblia.
Trayectoria de lanzas,
tu génesis recorre mi cuerpo fibra a fibra.
Y tu tierra y tus soles y tu fuego y tu aire,
y tu agua y tus días,
se concentran en torno de mi fragua encendida.

Así fue la mañana.
Arco iris, el llanto que cantó son de vida.
Se soltaron las voces de mis dos fuentes blancas,
y la paz de los lagos:
Bajo un cielo de párpados, mi dolor sonreía.

Matilde Alba Swann
(Con un hijo bajo el brazo- 1991)

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