Mirar el río hecho de tiempo y agua
Y recordar que el tiempo es otro río,
Saber que nos perdemos como el río
Y que los rostros pasan como el agua.
Sentir que la vigilia es otro sueño
Que sueña no soñar y que la muerte
Que teme nuestra carne es esa muerte
De cada noche, que se llama sueño.
Ver en el día o en el año un símbolo
De los días del hombre y de sus años,
Convertir el ultraje de los años
En una música, un rumor y un símbolo,
Ver en la muerte el sueño, en el ocaso
Un triste oro, tal es la poesía
Que es inmortal y pobre. La poesía
Vuelve como la aurora y el ocaso.
A veces en las tardes una cara
Nos mira desde el fondo de un espejo;
El arte debe ser como ese espejo
Que nos revela nuestra propia cara.
Cuentan que Ulises, harto de prodigios,
Lloró de amor al divisar su Itaca
Verde y humilde. El arte es esa Itaca
De verde eternidad, no de prodigios.
También es como el río interminable
Que pasa y queda y es cristal de un mismo
Heráclito inconstante, que es el mismo
Y es otro, como el río interminable.
Jorge L.Borges
martes, 29 de noviembre de 2011
jueves, 17 de noviembre de 2011
Busco un hombre
Mi búsqueda no es sencilla: a mi paso he visto a muchos hombres pero aún continuo en mi pesquisa, porque lo que yo deseo es, solamente, un hombre.
Un hombre tan seguro de si que no tema mi plena realización como mujer y que jamás me considere su rival, sino que seamoseternos compañeros el uno para el otro, amigos del alma.
Un hombre que me proteja de los demás y de mi misma; que conozca mis errores, los acepte y me ayude a corregirlos.
Un hombre que sepa reconocer mis valores espirituales y que sobre ellos pueda construir un mundo.
Un hombre que con cada amanecer me ofrezca una ilusión.
Que alimente nuestro amor con delicadeza; para quien una flor entregada con un beso,tenga mas valor que una joya enviada con un mensajero.
Un hombre que jamás corte el puente de comunicación y ante quien me atreva a decirle todo lo que pienso, sin temor a que me juzgue o a que se ofenda.
Un hombre que tenga siempre los brazos extendidos para que yo me refugie en ellos cuando me sienta amenazada o insegura.
Que conozca su fortaleza y mi debilidad, pero que jamás se aproveche de ellas.
Un hombre que tenga abiertos los ojos a la belleza, a quien lo mueva el entusiasmo y ame intensamente la vida.
Para quien cada día sea un regalo inapreciable
por disfrutar plenamente, aceptando el dolor y la alegría con igual serenidad.
Un hombre que sepa ser siempre mas fuerte que los obstáculos, que no se amilane ante la derrota y para quien aún los contratiempos sean estímulo y no adversidad.
Un hombre que se respete a si mismo, porque así sabrá respetar a los demás.
Un hombre que goce dando y sepa recibir. Que no tenga miedo de amar ni se envanezca porque es amado. Y que goce cada minuto de amor como si fuera el último.
Cuando lo encuentre amaré intensamente.
anónimo
Poemas en la arena
Las olas vienen.
Las olas van.
Como las olas,
tu recuerdo viene y se va.
Las olas vienen.
Las olas se van.
Mi silencio -- un silencio de cien puertas cerradas--,
se encrespa de rumores, como el mar.
¡El mar, el mar, amor!
¡Amor, el mar!
Mi corazón es una playa triste,
y tú eres una ola que viene y que se va...
José Angel Buesa
Las olas van.
Como las olas,
tu recuerdo viene y se va.
Las olas vienen.
Las olas se van.
Mi silencio -- un silencio de cien puertas cerradas--,
se encrespa de rumores, como el mar.
¡El mar, el mar, amor!
¡Amor, el mar!
Mi corazón es una playa triste,
y tú eres una ola que viene y que se va...
José Angel Buesa
sábado, 12 de noviembre de 2011
jueves, 10 de noviembre de 2011
Voy a dormir - Alfonsina Storni
Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación, la que te guste;
todas son buenas: bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes...
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides... Gracias. Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido...
Alfonsina
domingo, 6 de noviembre de 2011
sábado, 5 de noviembre de 2011
Ausencia - Madelca
Camino por las calles, no estás, y yo estoy triste,
tan triste que no sé cómo explicarme
por qué camino y camino imperturbable,
sin darme cuenta que lo que ayer estaba, aún persiste.
Mis ojos y mi andar de tristeza se visten,
el ruido callejero me suena abominable,
no puedo, no quiero renunciar a lo irrenunciable,
todo es igual que ayer y todo existe...
Existe el aire que acaricia mi mano,
vuela la mariposa que atrapar quiero en vano,
aún el ardiente fuego del hogar crepitará encendido...
¿Por qué la niebla y la humedad en mis ojos?
Por qué todo me parece tan poco?
Ya sé, te esperé mucho tiempo y no has venido.
María del Carmen Reyes
Madelca
tan triste que no sé cómo explicarme
por qué camino y camino imperturbable,
sin darme cuenta que lo que ayer estaba, aún persiste.
Mis ojos y mi andar de tristeza se visten,
el ruido callejero me suena abominable,
no puedo, no quiero renunciar a lo irrenunciable,
todo es igual que ayer y todo existe...
Existe el aire que acaricia mi mano,
vuela la mariposa que atrapar quiero en vano,
aún el ardiente fuego del hogar crepitará encendido...
¿Por qué la niebla y la humedad en mis ojos?
Por qué todo me parece tan poco?
Ya sé, te esperé mucho tiempo y no has venido.
María del Carmen Reyes
Madelca
Envío
La vida pasa; la vida rueda...
Quizás se aparten tu alma y la mía,
pero el recuerdo nace y se queda...
Y aunque el deseo no retroceda
y nuestra llama se apague un día,
mientras yo pueda soñar, y pueda
regar mis sueños en la vereda
de la armonía,
tendré la dulce melancolía
de aquellas frases entre la umbría
y aquellos besos en la alameda.
José Ángel Buesa
Quizás se aparten tu alma y la mía,
pero el recuerdo nace y se queda...
Y aunque el deseo no retroceda
y nuestra llama se apague un día,
mientras yo pueda soñar, y pueda
regar mis sueños en la vereda
de la armonía,
tendré la dulce melancolía
de aquellas frases entre la umbría
y aquellos besos en la alameda.
José Ángel Buesa
Aria de luto
Tendrá que suceder, hoy o mañana,
en cualquier parte y de cualquier manera,
--puede ser que bajando una escalera
o puede ser que abriendo una ventana.
Sucederá tal día de semana,
sencillamente, sin llover siquiera,
en el banco de un parque en primavera
o en un hotel de una ciudad lejana.
Así sucederá, como un espejo
que se queda de pronto sin reflejo,
porque crece la sombra o porque sí.
Irá de puerta en puerta un viento loco,
y tú también te morirás un poco
con algo tuyo que se muere en mí...!
José Angel Buesa
en cualquier parte y de cualquier manera,
--puede ser que bajando una escalera
o puede ser que abriendo una ventana.
Sucederá tal día de semana,
sencillamente, sin llover siquiera,
en el banco de un parque en primavera
o en un hotel de una ciudad lejana.
Así sucederá, como un espejo
que se queda de pronto sin reflejo,
porque crece la sombra o porque sí.
Irá de puerta en puerta un viento loco,
y tú también te morirás un poco
con algo tuyo que se muere en mí...!
José Angel Buesa
miércoles, 2 de noviembre de 2011
Ausencia
Camino por las calles, no estás, y yo estoy triste,
tan triste que no sé cómo explicarme
por qué camino y camino imperturbable,
sin darme cuenta que lo que ayer estaba, aún persiste.
Mis ojos y mi andar de tristeza se visten,
el ruido callejero me suena abominable,
no puedo, no quiero renunciar a lo irrenunciable,
todo es igual que ayer y todo existe...
Existe el aire que acaricia mi mano,
vuela la mariposa que atrapar quiero en vano,
aún el ardiente fuego del hogar crepitará encendido...
¿Por qué la niebla y la humedad en mis ojos?
Por qué todo me parece tan poco?
Ya sé, te esperé mucho tiempo y no has venido.
María del Carmen Reyes
Madelca
tan triste que no sé cómo explicarme
por qué camino y camino imperturbable,
sin darme cuenta que lo que ayer estaba, aún persiste.
Mis ojos y mi andar de tristeza se visten,
el ruido callejero me suena abominable,
no puedo, no quiero renunciar a lo irrenunciable,
todo es igual que ayer y todo existe...
Existe el aire que acaricia mi mano,
vuela la mariposa que atrapar quiero en vano,
aún el ardiente fuego del hogar crepitará encendido...
¿Por qué la niebla y la humedad en mis ojos?
Por qué todo me parece tan poco?
Ya sé, te esperé mucho tiempo y no has venido.
María del Carmen Reyes
Madelca
Por tus venas
Mirándome a los ojos me dijiste,
que no entendías el porqué de mis poesías,
como alguien, sólo pensando en vos,
podía escribir cosas tan lindas.
El brillo de la luz de tus pupilas,
ilumina mis noches sin estrellas,
y surgen de tu alma resplandores,
haciendo que estas frases sean bellas.
Y aumenta mi amor cuando no me esquivas,
cuando hablas sin parar y te sonrojas,
y cuando dentro de ti, mis versos vibran.
Y si en la soledad sientes alguna pena,
yo te inyecto amor con mis palabras,
y fluye mi cariño por tus venas.
Gabriel Norberto Tornabene
que no entendías el porqué de mis poesías,
como alguien, sólo pensando en vos,
podía escribir cosas tan lindas.
El brillo de la luz de tus pupilas,
ilumina mis noches sin estrellas,
y surgen de tu alma resplandores,
haciendo que estas frases sean bellas.
Y aumenta mi amor cuando no me esquivas,
cuando hablas sin parar y te sonrojas,
y cuando dentro de ti, mis versos vibran.
Y si en la soledad sientes alguna pena,
yo te inyecto amor con mis palabras,
y fluye mi cariño por tus venas.
Gabriel Norberto Tornabene
A un poeta muerto
Así como en la roca nunca vemos
La clara flor abrirse,
Entre un pueblo hosco y duro
No brilla hermosamente
El fresco y alto ornato de la vida.
Por esto te mataron, porque eras
Verdor en nuestra tierra árida
Y azul en nuestro oscuro aire.
Leve es la parte de la vida
Que como dioses rescatan los poetas.
El odio y destrucción perduran siempre
Sordamente en la entraña
Toda hiel sempiterna del español terrible,
Que acecha lo cimero
Con su piedra en la mano.
Triste sino nacer
Con algún don ilustre
Aquí, donde los hombres
En su miseria sólo saben
El insulto, la mofa, el recelo profundo
Ante aquel que ilumina las palabras opacas
Por el oculto fuego originario.
La sal de nuestro mundo eras,
Vivo estabas como un rayo de sol,
Y ya es tan sólo tu recuerdo
Quien yerra y pasa, acariciando
El muro de los cuerpos
Con el dejo de las adormideras
Que nuestros predecesores ingirieron
A orillas del olvido.
Si tu ángel acude a la memoria,
Sombras son estos hombres
Que aún palpitan tras las malezas de la tierra;
La muerte se diría
Más viva que la vida
Porque tú estás con ella,
Pasado el arco de tu vasto imperio,
Poblándola de pájaros y hojas
Con tu gracia y tu juventud incomparables.
Aquí la primavera luce ahora.
Mira los radiantes mancebos
Que vivo tanto amaste
Efímeros pasar junto al fulgor del mar.
Desnudos cuerpos bellos que se llevan
Tras de sí los deseos
Con su exquisita forma, y sólo encierran
Amargo zumo, que no alberga su espíritu
Un destello de amor ni de alto pensamiento.
Igual todo prosigue,
Como entonces, tan mágico,
Que parece imposible
La sombra en que has caído.
Mas un inmenso afán oculto advierte
Que su ignoto aguijón tan sólo puede
Aplacarse en nosotros con la muerte,
Como el afán del agua,
A quien no basta esculpirse en las olas,
Sino perderse anónima
En los limbos del mar.
Pero antes no sabías
La realidad más honda de este mundo:
El odio, el triste odio de los hombres,
Que en ti señalar quiso
Por el acero horrible su victoria,
Con tu angustia postrera
Bajo la luz tranquila de Granada,
Distante entre cipreses y laureles,
Y entre tus propias gentes
Y por las mismas manos
Que un día servilmente te halagaran.
Para el poeta la muerte es la victoria;
Un viento demoníaco le impulsa por la vida,
Y si una fuerza ciega
Sin comprensión de amor
Transforma por un crimen
A ti, cantor, en héroe,
Contempla en cambio, hermano,
Cómo entre la tristeza y el desdén
Un poder más magnánimo permite a tus amigos
En un rincón pudrirse libremente.
Tenga tu sombra paz,
Busque otros valles,
Un río donde del viento
Se lleve los sonidos entre juncos
Y lirios y el encanto
Tan viejo de las aguas elocuentes,
En donde el eco como la gloria humana ruede,
Como ella de remoto,
Ajeno como ella y tan estéril.
Halle tu gran afán enajenado
El puro amor de un dios adolescente
Entre el verdor de las rosas eternas;
Porque este ansia divina, perdida aquí en la tierra,
Tras de tanto dolor y dejamiento,
Con su propia grandeza nos advierte
De alguna mente creadora inmensa,
Que concibe al poeta cual lengua de su gloria
Y luego le consuela a través de la muerte.
Autor, Luis Cernudas
La clara flor abrirse,
Entre un pueblo hosco y duro
No brilla hermosamente
El fresco y alto ornato de la vida.
Por esto te mataron, porque eras
Verdor en nuestra tierra árida
Y azul en nuestro oscuro aire.
Leve es la parte de la vida
Que como dioses rescatan los poetas.
El odio y destrucción perduran siempre
Sordamente en la entraña
Toda hiel sempiterna del español terrible,
Que acecha lo cimero
Con su piedra en la mano.
Triste sino nacer
Con algún don ilustre
Aquí, donde los hombres
En su miseria sólo saben
El insulto, la mofa, el recelo profundo
Ante aquel que ilumina las palabras opacas
Por el oculto fuego originario.
La sal de nuestro mundo eras,
Vivo estabas como un rayo de sol,
Y ya es tan sólo tu recuerdo
Quien yerra y pasa, acariciando
El muro de los cuerpos
Con el dejo de las adormideras
Que nuestros predecesores ingirieron
A orillas del olvido.
Si tu ángel acude a la memoria,
Sombras son estos hombres
Que aún palpitan tras las malezas de la tierra;
La muerte se diría
Más viva que la vida
Porque tú estás con ella,
Pasado el arco de tu vasto imperio,
Poblándola de pájaros y hojas
Con tu gracia y tu juventud incomparables.
Aquí la primavera luce ahora.
Mira los radiantes mancebos
Que vivo tanto amaste
Efímeros pasar junto al fulgor del mar.
Desnudos cuerpos bellos que se llevan
Tras de sí los deseos
Con su exquisita forma, y sólo encierran
Amargo zumo, que no alberga su espíritu
Un destello de amor ni de alto pensamiento.
Igual todo prosigue,
Como entonces, tan mágico,
Que parece imposible
La sombra en que has caído.
Mas un inmenso afán oculto advierte
Que su ignoto aguijón tan sólo puede
Aplacarse en nosotros con la muerte,
Como el afán del agua,
A quien no basta esculpirse en las olas,
Sino perderse anónima
En los limbos del mar.
Pero antes no sabías
La realidad más honda de este mundo:
El odio, el triste odio de los hombres,
Que en ti señalar quiso
Por el acero horrible su victoria,
Con tu angustia postrera
Bajo la luz tranquila de Granada,
Distante entre cipreses y laureles,
Y entre tus propias gentes
Y por las mismas manos
Que un día servilmente te halagaran.
Para el poeta la muerte es la victoria;
Un viento demoníaco le impulsa por la vida,
Y si una fuerza ciega
Sin comprensión de amor
Transforma por un crimen
A ti, cantor, en héroe,
Contempla en cambio, hermano,
Cómo entre la tristeza y el desdén
Un poder más magnánimo permite a tus amigos
En un rincón pudrirse libremente.
Tenga tu sombra paz,
Busque otros valles,
Un río donde del viento
Se lleve los sonidos entre juncos
Y lirios y el encanto
Tan viejo de las aguas elocuentes,
En donde el eco como la gloria humana ruede,
Como ella de remoto,
Ajeno como ella y tan estéril.
Halle tu gran afán enajenado
El puro amor de un dios adolescente
Entre el verdor de las rosas eternas;
Porque este ansia divina, perdida aquí en la tierra,
Tras de tanto dolor y dejamiento,
Con su propia grandeza nos advierte
De alguna mente creadora inmensa,
Que concibe al poeta cual lengua de su gloria
Y luego le consuela a través de la muerte.
Autor, Luis Cernudas
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