viernes, 10 de diciembre de 2010

El Gigante blanco - Al Doctor Favaloro

Así lo vi aquel día...
Paseaba como un ángel que custodia
a los seres que el Señor señalaba.
Y lo admiré; tan grande, tan fuerte y poderoso,
que mis ojos no dejaron de mirarlo un instante.

Cuando se me acercó, sentí algo parecido
a la falta de palabras, al calor en el alma.

El gigante de blanco se paró frente a mí
y con esa humildad que solo es de los grandes,
rozó apenas mi cara, me sonrió con cariño,
me dijo tan solo ¿cómo estás? y siguió su camino
por los blanco pasillos, con su paso cansino
y su mirada clara.

Hacía pocos días, mi corazón, abierto en dos,
descansaba en las manos de quienes él formara
y hoy late tranquilo, ya devuelto a la vida,
que poca le quedaba.


El gigante de blanco me lo había dado todo.
Cuando el mío ya sano, latía, sentía, amaba,
el suyo en mil pedazos
hasta los brazos del Señor llegaba.


María del Carmen Reyes
Madelca.

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